Cuando preguntas al turista que llega a la Isla de La Palma por quinta o sexta vez: “¿Por qué La Palma?” entonces obtienes una respuesta concreta y romántica:
“Aquí el invierno es como la primavera, en febrero florecen los almendros; aquí se puede nadar todo el año en las pequeñas playas limpias; caminar durante horas a lo largo de los bosques majestuosos y disfrutar con numerosos miradores de observación con vistas al océano y las cordilleras; puedes probar plátanos y otras frutas exóticas directamente de la planta; caminar a lo largo del borde de un gran cráter de volcán y ascender a la cima de la montaña más alta de la Isla, montaña que alguna vez sirvió como lugar para rituales religiosos para los primeros habitantes de Benahoare, y ahora ocupado por un observatorio astrofísico con telescopios de clase mundial. La belleza y simplicidad de la arquitectura, la naturaleza suave y acogedora de la población local, las fiestas tradicionales y el respeto por su historia deja una impresión indeleble e invita a visitar la isla de nuevo.
ISLA de paz y armonía.”